viernes, 18 de febrero de 2011

...me enamoré de una niña muerta...


...yo no sabía que estaba muerta. Ya me había dicho mi madre que no me fiara de las personas con los labios finos, pero es deber de uno el hacer caso omiso a las madres para otorgarles el derecho natural de recriminar que no hayamos atendido a sus consejos.
Según mi madre, las personas de labios delgados mienten mucho. Para mi era solo una chica a la que se le veían las costillas cuando se tumbaba boca arriba. Tardó días en decirme su nombre. Habría preferido que fuera muda, o sorda.
Cuando te das cuenta de que la persona de la que estas enamorado está muerta te mueres tu detrás.
A mi solo me ha pasado una vez. Le mandaba mensajes al móvil con fotos de nuestras vacaciones imaginarias casi todos los días, y le dejaba recados a su ama de llaves para que le cantara canciones que le tenía yo pensado escribir en los días siguientes. Lo que tenía yo mas grabado en la cabeza era que hay que enamorarse de la gente como tu quieres que se enamoren de ti, y aunque notaba que tantos viajes a Karia no eran normales yo le enviaba postales en el momento en que ella empezaba a hacer las maletas para que tuviera noticias mías en cuanto llegara.
Comencé a sospechar cuando la vi vestida de pájaro una tarde. Hay cosas que no se pueden preguntar en una relación por eso de mantener la frescura del principio durante al mayor tiempo posible. Mientras se probaba su traje de pájaro, si yo le comentaba algo, ella me miraba, ladeaba la cabeza y seguía probándose sus plumas. Pasadas las semanas la vi más pálida y los ojos se le pusieron negros mate y la parte blanca del ojo cada vez se le hacía mas pequeña y ella dormía menos.
Mi madre nunca entendió mis amistades con ese tipo de gente, y me miraba con una condescendencia ligeramente insultante cuando me veía cerca de ella. Una noche fuí a verla al lado del colegio de las monjas. LLevaba días llegando tarde y esa falta de puntualidad no era normal en ella. Yo le daba regalos casi siempre.
Suponía que le encantaban las conchas de la playa, porque nunca me dió la espalda cuando se las ofrecía. También parecía disfrutar de los paseos por los pinos durante la noche. Me sorprendió bastante descubrir su colección de pichones de paloma y gorriones ciegos en un cajón de su mesita de noche. Tenía una serie de aficiones un tanto desconcertantes, sumado a que casi nunca hablaba y a que nunca iba al médico por miedo a recibir noticias no deseadas hacían de ella la chica perfecta.
Cuando me colé en sus sueños otra vez a las 4 o 5 de la mañana y sólo encontré una bandada de pájaros calvos supe qué estaba pasando: me había enamorado de una chica muerta, que se hizo pájaro y ya no pensaba volver.
Todos nos hemos enamorado de un muerto alguna vez. Son esas personas a las que tienes que perseguir y te hacen sentir sucio por quererles. Es el hecho fascinante de no ser digno de alguien y aún así necesitarle...

domingo, 13 de febrero de 2011

...felíz 14 de febrero...











































...la plaza vieja de almería cada vez esta más nueva...

martes, 1 de febrero de 2011